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domingo, 1 de mayo de 2011

EL PRINCIPIO DE PETER O PORQUE EL EJECUTIVO SIEMPRE LO HACE MAL


El gobierno y el ejecutivo va a estar siempre sometido a las críticas de todos los sectores y se cumplirá la máxima “palos porque bogas, palos porque no bogas”. Y las razones son claras: la responsabilidad de ser jefe de gobierno no puede ser delegada en otro, por lo que la caída de cualquier hoja de cualquier árbol debe ser asumida como de su responsabilidad.

Y por esta razón, los gobernantes siempre estarán sometidos al juicio público en función de cómo marchen las cosas. Por ejemplo, Piñera intervino directamente para impedir la instalación de la central eléctrica Barrancones que estaba generando rechazo, pero al hacerlo, pasó por encima de toda la institucionalidad legal que se ha construido. Fue una muestra de cómo actúan, a veces, los jefes de gobierno que para responder al clamor popular se saltan las leyes que ellos mismos han defendido, generado y apoyado.

En estricto rigor, estamos en presencia de hiper-Estados insustanciales con un gran número de cargos y niveles jerárquicos que deben ser cubiertos por un igual número de personas de dudosas competencias (¿por que aceptar sus decisiones?), y lo más probable es que muchos cargos sean asignados a personas de limitadas competencia. Por ejemplo, ¿no había nadie más para el cargo de ministro de la vivienda que debió ser asignado a la Sra Matte, esposa del UDI Larraín?, ¿no hay más chilenos y chilenas competentes para dicho cargo?, ¿es acaso casualidad que existan familias enteras disfrutando de ingresos fiscales sin ninguna razón de peso para ello?.

En realidad, la incompetencia surge de la gran cantidad de niveles jerárquicos de nuestro hiper-Estado. Veamos lo que nos dice el profesor Peter respecto del jefe de gobierno:

EL EJECUTIVO

Le parecerá ya a usted evidente que el Principio se aplica también a la rama ejecutiva: departamentos ministeriales, direcciones generales, agencias y delegaciones a nivel nacional, regional y local. Todos, desde las fuerzas de Policía hasta las Fuerzas Armadas, son rígidas jerarquías de empleados a sueldo, y todas se hallan necesariamente sobrecargadas de incompetentes que no pueden realizar su trabajo, no pueden ser ascendidos, pero no pueden ser excluidos.

Cualquier Gobierno, sea una democracia, una dictadura o una burocracia comunista o de libre empresa, caerá cuando su jerarquía alcance un intolerable estado de madurez. Recordemos que la eficiencia de una jerarquía es inversamente proporcional a su cociente de madurez, CM, que se define como el total de empleados en su nivel de incompetencia / total de empleados en la jerarquía, por lo que, cuando CM sea igual a 100, no se realizará ningún trabajo útil.

Igualitarismo e incompetencia

La situación es peor en la actualidad que cuando los nombramientos de funcionarios civiles y militares se efectuaban por favoritismo. Esto tal vez parezca herético en una era de igualitarismo, pero permítanme explicarlo.

Consideremos un país imaginario llamado Cabezovia, en el que son totalmente desconocidos los exámenes para acceso a la Administración, la igualdad de oportunidades y el ascenso por mérito.

Cabezovia tiene un rígido sistema de clases, y los grados elevados de todas las jerarquías del Gobierno, la industria, las Fuerzas Armadas, la Iglesia se hallan reservados a los miembros de la clase dominante. Observará usted que evito la expresión “clase alta”; ese término tiene desafortunadas connotaciones. Se le considera generalmente referido a una clase que es dominante por razón de nacimiento aristocrático o noble. Pero mis conclusiones se aplican también a sistemas en los que la clase dominante se halla separada de la clase subordinada por diferencias de religión, estatura, raza, idioma, dialecto o afiliación política.

No importa cuál de todos estos sea el criterio de Cabezovia: el hecho importante es que el país tiene una clase dominante, CD, y una clase subordinada, CS. Este diagrama representa una jerarquía típica cabezoviana que tiene la clásica estructura piramidal:

Los grados inferiores -la zona designada CS- se hallan ocupados por empleados de la clase subordinada. Por muy brillante que cualquiera de ellos pueda ser, ninguno es elegible para elevarse por encima de BC, la barrera de clase.

Los grados superiores -la zona designada CD- se hallan ocupados por empleados de la clase dominante. No comienzan sus carreras en la base de la jerarquía, sino en el nivel de la barrera de clase.

Ahora bien, en la zona CS, es evidente que muchos empleados nunca podrán elevarse a una altura suficiente para alcanzar su nivel de incompetencia, porque ello se lo impide la barrera de clase. Pasarán toda su carrera trabajando en tareas que son capaces de desempeñar bien. Nadie es ascendido fuera de la zona CS, por lo que esta zona conserva, y utiliza continuamente, a sus empleados competentes.

Evidentemente, pues, en los grados inferiores de una jerarquía el mantenimiento de una barrera de clase garantiza un nivel de eficiencia mayor que el que podría existir sin tal barrera.

Contemplemos ahora la zona CD, situada por encima de la barrera de clase. Como ya hemos visto, las perspectivas de un empleado de alcanzar su nivel de incompetencia son directamente proporcionales al número de grados existentes en la jerarquía; cuantos más grados, más incompetencia. A todos los efectos prácticos, la zona CD forma una jerarquía cerrada de unos pocos grados. Evidentemente, pues, muchos de sus empleados nunca alcanzarán su nivel de incompetencia.

Además, la perspectiva de comenzar desde un punto próximo a la cúspide de la pirámide atraerá a la jerarquía a -un grupo de brillantes empleados que jamás habrían acudido allá si se hubieran visto obligados a comenzar desde la base.

Examinemos la situación de otro modo. En el capítulo IX, consideraré los estudios, de eficiencia y demostraré que la única forma eficaz de incrementar la eficiencia en una jerarquía consiste en la infusión de sangre nueva en sus niveles superiores. En la mayoría de los sistemas actuales tal infusión tiene lugar a intervalos, después de una reorganización, por ejemplo, o en períodos de rápida expansión. Pero en las jerarquías cabezovianas es un proceso continuo: nuevos empleados están entrando regularmente a un alto nivel, por encima de la barrera de clase.

Evidentemente, pues, en las zonas CS y CD, por debajo y por encima de la barrera de clase, las jerarquías cabezovianas son más eficientes que las de una sociedad sin clases o igualitario.

Un sistema de clases contemporáneo

Antes de que se me acuse de recomendar el establecimiento de un sistema de clases, permítaseme señalar que ya tenemos uno. Sus clases se basan, no en el nacimiento, sino en el prestigio de la Universidad a que uno ha asistido. Por ejemplo, al hablar de un graduado de Harvard se dice que es «un hombre de Harvard», pero no se menciona para nada la Universidad cuando es otra carente de renombre. En algunas jerarquías, el graduado de la Universidad desconocida, por competente que sea, no tiene las mismas oportunidades de ascenso que el graduado de la institución prestigiosa.

La situación está cambiando. Existe una acusada tendencia a hacer del título universitario requisito previo para poder ocupar cada vez más puestos, aun en los grados más bajos de ciertas jerarquías. Esto debería aumentar el potencial de ascenso de todos los titulados y, por consiguiente, disminuir el valor de clase del título prestigiado.

Mis estudios personales sobre este fenómeno, debido a esa lamentable escasez de fondos, son incompletos, pero aventuraré la predicción de que, con el paso de los años, cada graduado universitario irá teniendo más oportunidades de alcanzar su nivel de incompetencia, ya sea al servicio de empresas privadas o del Gobierno”.

En Chile no debemos estar preocupados al respecto puesto que nuestra fronda aristocrática y económica genera barreras que no cualquiera puede atravesar. Pero, ya tenemos razones para apreciar que las barreras de clase permiten que el país funcione. Genial y triste a la vez.

Apliquemos la Metodología de Peter a nuestro país. En Chile tenemos una clase dominante, política y económica, que accede a los mejores cargos y empleos, y tenemos nuestra propia clase subordinada que accede a los peores cargos y empleos y que solo accede hasta la barrera de clase. Todo lo anterior, por cierto, independientemente de los méritos y capacidades.

Es decir, en la clase subordinada hay muchos empleados y funcionarios que trabajan en su nivel de competencia y jamás podrán elevarse a una altura suficiente para alcanzar su nivel de incompetencia porque se lo impide la barrera de clase. Así, pasarán toda su vida laboral trabajando en tareas para las cuáles son muy competentes. ¡ En buena hora: como nadie puede ser ascendido por fuera de la clase subordinada, esta zona  utiliza continuamente a los más competentes !.

Por lo tanto, tenemos la suerte que las barreras de clase permiten mantener una masa crítica de empleados trabajando en su nivel de competencia.

Por su parte, la clase dominante también forma una jerarquía cerrada de pocos grados lo cual es muy bueno porque los niveles de incompetencia están directamente relacionados con los niveles jerárquicos en una organización. Por ejemplo, no todos llegan a ser gerentes generales o presidentes por lo que muchos jamás alcanzarán su nivel de incompetencia (Observación: ¿se imaginan ustedes si Girardi, Longueira, Rossi, Larraín, etc llegaran a ser presidentes?...Afortunadamente solo llegan pocos…).

Además, la posibilidad de comenzar a trabajar desde la cercanía de la cúspide de la pirámide atrae a la jerarquía a un grupo de personas con las capacidades y competencias requeridas. En otras palabras, a una mosca la atrae lo dulce, y a un sinvergüenza lo atrae el apropiarse del poder para sus fines. Por lo tanto, son las personas ávidas de poder las que acuden al llamado y hacen la carrera, cobijándose bajo la sombra de aquellos que están más altos. Se someten a la disciplina partidaria y son servidores fieles, a la espera de su turno que debe llegar con el paso del tiempo.

¿Cómo mejorar el funcionamiento de los partidos?. En la actualidad, los políticos hacen carrera en los partidos partiendo de un nivel por encima de la barrera de clase, y que les demora algunos años. Sin embargo, la única manera eficaz de incrementar la posibilidad de tener más personas competentes en los partidos consiste en incorporar directamente sangre nueva en los niveles superiores sin que pasen por los cargos intermedios. Ahora bien: es poco probable la solución puesto que eso implica que los actuales debieran hacer sacrificios imposibles.

En conclusión, en una jerarquía más horizontal, la división en clases trae consigo una mayor eficiencia pues la menor cantidad de niveles jerárquicos reduce la posibilidad de alcanzar la incompetencia. En cambio, en una organización más vertical con mayores niveles jerárquicos, la incompetencia será la norma.

Siempre los gobiernos estarán sometidos al juicio público, y ellos deberán ser capaces de sortear las tormentas a las que se enfrenten, sin culpar a nadie. Y la clave está en reducir la estructura jerárquica de modo de evitar el surgimiento de bolsas de incompetencia incontrolables. Por ejemplo, el caso Kodama es un ejemplo evidente de cómo la incompetencia se apodera de una institución pública responsable de asignar millonarios fondos sin cautelar ni vigilar ni supervisar la correcta asignación.

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