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domingo, 5 de febrero de 2012

LA COLUMNA DE LIBERALIO: Decepcionado, ¿y ahora qué hacemos…?


Un día Eugenio Tironi, socialista y columnista del Mercurio, escribió que "un conocido me entregó días atrás un papel que había encontrado tirado en un Starbucks en las inmediaciones de La Moneda” como una manera de presentar una abierta crítica al gobierno de Piñera. Y como el mundo es redondo a mí me pasó algo parecido porque mientras esperaba una reunión en el centro de Santiago, entré a un local menos conocido a tomarme un café. Busqué una mesita reservada y saqué uno de mis libros que comencé a ojear mientras esperaba al garzón…

En cierto momento, miré hacia el ventanal y, oculto a las miradas desde arriba, se podía observar un pequeño grupo de hojas de papel, dobladas cuidadosamente y, al parecer, embutidas en la parte baja del ventanal. La tomé, la miré superficialmente, estaba escrita a mano y aquel día solo alcancé a leer el título: “Decepcionado, ¿y ahora qué hacemos…?.

Llegó mi pedido, se me pasó la hora, guardé las hojas y me fui a la reunión.

En la noche, mientras desocupaba mi maletín volví a mirar el par de hojas, y me senté a leerlas. Y me dejaron meditando…

Decepcionado, ¿y ahora qué hacemos…?

Estoy decepcionado, ¿que hago?
"Hace 22 años tenía 28 años y había vivido por más de 15 años en el extranjero porque mi familia debió emigrar luego de la catástrofe. Estudié en Harvard y después que terminé un post grado en políticas públicas, decidí volver a Chile lo que fue una gran alegría para mi familia, amigos y conocidos. A mí me fascinaba la posibilidad de modelar las instituciones para modificar la conducta humana de modo de extraer lo mejor de ellas y el nuevo escenario político que se abría en mi país era una enorme oportunidad. Viene de mi padre.

En su tiempo, mi padre estudió en la Chile, y siempre me contaba con orgullo su trabajo en el gobierno del Presidente Allende, participando directamente en elaborar su programa de gobierno. De pequeño recuerdo las sobremesas de fin de semana cuando leía cosas como que “lo que ha fracasado en Chile es un sistema que no corresponde a las necesidades de nuestro tiempo. Chile es un país capitalista, dependiente del imperialismo, dominado por sectores de la burguesía estructuralmente ligados al capital extranjero, que no pueden resolver los problemas fundamentales del país, los que se derivan precisamente de sus privilegios de clase a los que jamás renunciarán voluntariamente”.

Y, con frecuencia, cada vez que volvía del trabajo en el ministerio me llevaba a un lado y me explicaba como “las fuerzas populares unidas buscan como objetivo central de su política reemplazar la actual estructura económica, terminando con el poder del capital monopolista nacional y extranjero y del latifundio, para iniciar la construcción del socialismo”.

¡La construcción del socialismo…música para mis infantiles oídos!

Y, en algún momento le escuche decir que “para construir esta Nueva Economía, el Programa se proponía estructurar el sistema económico en torno a las tres áreas siguientes:

1. Área de propiedad social, dominante y con propiedad exclusiva del estado.

2. Área de propiedad privada, las cuales en número serían la mayoría, pero sin capacidad de ejercer controles monopólicos en ningún sector de la economía.

3. Área mixta, compuesta por empresas que combinaran los capitales del Estado a los particulares…”.

Ha pasado el tiempo y aún me parece ver en sus ojos la enorme felicidad que tenía al intentar construir un paraíso en la Tierra. Y a mí se me salen las lágrimas al recordar aquellos dulces momentos. Luego sobrevino la catástrofe y nuestro viaje sin retorno conocido al primer mundo, pero esa es otra historia…En resumen, mi padre trabajó cerca de tres años en el gobierno de Allende diseñando y ejecutando las reformas económicas que harían de Chile el paraíso socialista de sus sueños revolucionarios. Y eso siempre lo llenó de orgullo. Por mi parte, desde chico soñé con hacer algo semejante.

Volví a Chile en 1988, y, sin quererlo, rápidamente me encontré trabajando en la banca privada en un muy buen cargo. Fueron dos años de gozar la vida hasta extraer la última gota de ella, pero en las noches de insomnio, me parecía que mi padre se sentaba junto a mí y me decía que “las desigualdades en el ingreso y la riqueza conducen a un alto grado de concentración del poder político, lo que refuerza la estructura prevaleciente en el país...Para cambiar las condiciones económicas se debe alterar la estructura de propiedad de los medios de producción considerados estratégicos. Así se debe conformar un Área Social dominante, a la que deben agregarse, en carácter complementario, las áreas mixtas y privadas...Se necesita una nueva estructura de propiedad sobre los medios de producción esenciales que permita generar un patrón diferente de demanda que estimule la producción de los bienes básicos que consume la gran mayoría de la población. De este  modo, los recursos económicos no serían despilfarrados en la producción de bienes no esenciales…”. Puede parecer una locura, pero lo escuchaba con estas mismas palabras…

En aquellos años finales de la dictadura, abrí el closet, saqué el esqueleto y me transformé en algo que mis cercanos en esos años no entendieron, ¿cómo puede ser socialista este ejecutivo de la banca?. Me atrajo la Concertación por su pureza del mensaje, por la vuelta a la democracia, por sus grandes ideas transformadoras y por la gran energía que desplegaban en un entorno muy adverso, con una dictadura que se resistía a perder el poder.

Comencé a colaborar con el naciente partido socialista, donde me parecía que estaba siguiendo el camino de mi padre en el gobierno popular: estar forjando una  nueva revolución con sabor a vino tinto y empanadas.

Gracias a unos conocidos, me ofrecieron ser asesor del ministro XXX (el nombre, lo omito) lo que me significaba reducir mis ingresos a un quinto, pero era la ocasión esperada para materializar mi vocación pública y seguir la huella de mi padre.

Sin embargo, tenía dudas porque la caída del Muro de Berlín en 1989 parecía que había transformado al socialismo en una especie de fósil ideológico, como se escribió en algún momento. Y la Concertación no tenía un ideario puramente socialista sino que parecía un enjambre de partidos y personas que solo tenían una idea-fuerza: volver a la democracia. Tenía muchas dudas, así que viajé para pedirle consejo a mi padre que estaba delicado de salud. A pesar de toda nuestra cercanía ideológica, habíamos tenido diferencias al intentar analizar la tragedia de la caída del Muro de Berlín. Un nuevo mundo, decía yo; “el socialismo volverá” decía él, pegado al ideario de hace más de un siglo.

En su momento, se había opuesto a que fuese a Harvard, porque la consideraba “muy capitalista” y quería que buscara una institución más progresista que mirara el futuro de la especie humana “en el cuál todos seríamos iguales, sin chapas ni marcas ni distintivos”. Me negué a seguir su consejo, y eso lastimó nuestras relaciones.

No le gustaba lo que había leído de la Concertación, en especial, no le gustaba el papel de la Democracia Cristiana, DC, a los cuáles consideraba como “unas especies de tiburones políticos que sienten el poder como los tiburones reales sienten la sangre”. No le agradaban las personas que se estaban asociando porque veía en ellos más interés por el poder que por las personas. Me decía que muchos de ellos se han enriquecido en la dictadura y ahora ponen “caritas lindas” para pasar por abusados…En suma, consideraba que los liderazgos de la Concertación eran oportunistas y estaban alejados de los principios que valoraba.

Pese a todas sus reticencias me indicó que debía intentarlo y dejarlo todo para embarcarme en la aventura de la Concertación. "Este es un momento histórico para reponer el ideario sagrado del socialismo –me dijo- y te arrepentirás por el resto de tu vida si no haces el intento...Recuerda que el socialismo debe volver  renovado y esta puede ser la primera piedra que marcará la nueva historia…Sigue el camino de los revolucionarios y proletarios, sin considerar los riesgos ni los costos…El socialismo siempre encuentra el camino a casa. Y Chile es su casa…".

“Chile es la casa del socialismo”. Aún recuerdo esas palabras cuando han transcurrido más de 20 años. Y esos 20 años los llené con la Concertación, instalado como asesor en diversos cargos, pero siento que muchas cosas al final no se cumplieron y me encuentro vacío, con la sensación de que hemos vendido el alma al diablo, porque muchos en estos últimos años hemos terminado de vuelta en las grandes empresas, ganando bonitos sueldos, pero con el alma podrida…Durante 20 años hicimos como que giraba la manivela, pero solo continuamos haciendo lo que el dictador nos había legado…

Las discusiones internas, a todos los niveles, eran duras en esos días….Algunos gritaban en silencio que “hay que desmantelar todo el entramado económico de la dictadura…hay que nacionalizar todo y estatizar todo…”; otros gritaban en los comedores que “el socialismo fracasó…debemos buscar una tercera vía…mercado y socialismo…la tercera vía…”; otros, más pragmáticos, decían “hay que mirar las cosas buenas y las cosas malas…hay que trabajar por el nuevo Chile…”.

Y, hoy, la ciudadanía está buscando respuestas para sus muchas inquietudes y pidiendo más Estado en educación, salud y economía, ¿dónde estuvimos como Concertación en estos 20 años en el poder?, ¿Dónde estuvimos?. Veamos algunas respuestas que he escuchado:

Primera Respuesta: la Política. No se podían hacer grandes cambios porque la dictadura construyó en 17 años un sistema que impedía grandes avances, vendió empresas públicas, liberalizó el comercio y jibarizó el Estado. Además, creó una especie de democracia muy frágil, basada en el sistema binominal, que requería acuerdos permanentes con la oposición para implementar avances.

Segunda Respuesta: la Histórica. No se podían hacer grandes cambios dado el contexto histórico en que asumió el primer Gobierno de la Concertación porque al término de la década del ‘90 se nos vino el fin del socialismo en los países de la órbita soviética, se instaló la Perestroika en la URRS y se nos cayó el muro de Berlín permitiendo la unificación alemana. En otras palabras, a fines de los ‘80 el capitalismo le pasaba por encima al socialismo en la discusión pública, y no era viable argumentar lo contrario.

Tercera Respuesta: la Pragmática. No se podían hacer grandes cambios porque todos asumían que el mercado era la clave para generar riqueza, Así, se construyó un ambiente ideológico que cruzaba a todos los sectores y que fue defendido por un grupo de la izquierda chilena, defensor de la tercera vía, que abrazó sin escrúpulos las leyes del mercado. Y esto se manifestó públicamente cuando los grandes empresarios le cantaron el “cumpleaños feliz” a Ricardo Lagos.

Cuarta Respuesta: la Comodidad. No se podían hacer grandes cambios porque si ya tenemos el poder, ¿para qué ir más allá?. La Concertación logró mantener el poder máximo en cuatro oportunidades, se aburguesaron y prefirieron el status quo, que nada se moviera. Y esa comodidad fue llevando lentamente a la pérdida de identidad política y a la aparición de las malas costumbres como la corrupción y la mala gestión.

Quinta Respuesta: la Bolsa de Gatos. No se podían hacer grandes cambios porque la Concertación es una especie de bolsa de gatos demasiado compleja, que requiere permanentes consensos para funcionar. La DC partió con un rol hegemónico y por eso logró las presidencias de Aylwin y Frei. Pero, la agrupación al izquierdizarse aún más, aumentó el peso específico de los componentes de izquierda de la agrupación. Vinieron los gobiernos de Lagos y Bachelet. Y la expresión máxima de esta bolsa de gatos es la elección de una persona como Bachelet, sin base partidaria, sin discurso político, de escaso liderazgo y que fue la que puso la lápida a la coalición con su falta de energía, desinterés y escasa visión de futuro.

Mientras el socialismo se debatía en Chile, el año 2007 se produjo el desplome de la economía mundial, en la llamada crisis subprime, donde los mercados financieros sin regulaciones, hicieron quebrar las economías de los principales países desarrollados, afectando a todo el planeta, y donde nuevamente se tuvo que recurrir al Estado de cada país para que inyectara grandes cantidades de recursos a la banca y a la economía, a fin de salvarla de una eventual bancarrota. Es decir, el péndulo regresaba a su otra posición, desprestigiando al mercado y valorando el rol del Estado como motor del bienestar de las personas.

Pero, pese a esta catástrofe, los socialistas seguíamos embarcados en nuestra propia autodestrucción con peleas mortales, golpes en los escenarios, insultos y empujones. En este punto me retiré, decepcionado, del gobierno de Bachelet y que terminó dejando la marca “Concertación” con escaso valor electoral.

Y mi padre siempre me saca en cara cual fue mi aporte en este escenario…Me saca en cara porque no levanté la voz en las instancias internas para pedir más voluntad y más autoridad…Sus críticas me irritan profundamente porque me he dado cuenta que son ciertas. Siento que se considera superior por la superioridad de los valores de los su generación. Me decía que “todos los socialistas actuales son unos burgueses sin nombre…han adquirido riquezas, empresas y tinglados económicos que les dan un muy buen pasar pero han perdido el espíritu…¿cómo es posible que Ominami renuncie a la Concertación para apoyar a su hijo como una muestra del egoísmo individual que no queríamos…?, ¿de qué les vale estar con el estómago lleno si no tienen la conciencia tranquila?...La casa de remolienda de la Concertación se ha mostrado tal como es: un burdel ideológico sin ideas fuerza...pero con enormes apetitos de poder”. Y le encontraba toda la razón.

La generación de los ’60, la de mi padre, se puso como misión liberar las fuerzas populares unidas buscando como objetivo central de su política reemplazar la decadente estructura económica, para terminar con el poder del capital monopolista nacional y extranjero y del latifundio, y para iniciar la construcción del socialismo. Los afectados se opusieron, fueron derrotados inicialmente y luego, instigaron el golpe de estado.

La generación del ’90, mi generación, tenía como objetivo central reemplazar la decadente estructura política-económica para terminar con la mala distribución del ingreso y la pobreza. Y avanzamos muy poco en estos 20 años…porque los liderazgos se aburguesaron al llenarse los estómagos, al vestirse con lindas prendas, al viajar como magnates por el mundo, al hacerse millonarios trabajando para la derecha, al trabajar muy poco…

Tan poco, que la gente nos expulsó del poder sin compasión…

Tan poco, que en los nuevos movimientos sociales no estamos siquiera representados…

Tan poco, que los socialistas me dan vergüenza ajena cuando sueñan que Bachelet vendrá a salvarnos…

Tan poco, que todo el mundo se da cuenta como los actuales líderes se disputan las migajas de la Concertación…

Tan poco, que algunos siguen pensando que la Concertación es el futuro, y no reconocen que es el pasado…

Mientras surgían estas críticas los resultados estaban a la vista…Y yo seguía como asesor en el gobierno de Bachelet…En una mirada retrospectiva, no entiendo como permanecí en mi cargo de asesor para 7 ministros de diferentes áreas. Incluso, antes de terminar mis funciones con uno, ya estaba asesorando al otro. Por ejemplo, estuve cerca de Espejo cuando lideró la implementación del Transantiago y cuando lo dejaron que se hundiera solo…Nadie lo apoyó ni le ayudó ni le aconsejó, dejaron que se hundiera solo. Una vergüenza el trato interno que tuvo Espejo.

El año 2009 fue un año horrible para mi decepcionado espíritu en un decepcionante gobierno. Internamente nos reíamos con las cifras de popularidad de la presidente…¿Qué representaban esas cifras?. Para muchos de nosotros representaban un estilo de gobernar consistente en no asumir las responsabilidades dejando que otros fueran castigados por el escrutinio público; formaba comisiones para eludir las responsabilidades de modo que las asumieran otros…Solo recuerdo a Velasco como la única persona que asumió decisiones de una manera personal…

Todo el año 2009 lo pasé sumido en una especie de sopor porque la presidente brillaba por su ausencia y todo el gobierno era como un peso muerto. Ya nada se hacía, excepto la denominada “agenda social” que fue la excusa perfecta para las cifras de popularidad de Bachelet. Logró armar un tinglado “social” con bonos, ayudas y subsidios que le permitió justificar la existencia de un gobierno que hacía aguas por todas partes. Mientras tanto, la Concertación era el hazmerreir de todos y con una presidente que no era capaz de manejar su propia agenda.

Me fui del gobierno a fines del 2009, gracias a que mis amigos me consiguieron un buen puesto en la empresa privada. Ahora viajo por el mundo, doy charlas de instrumentos financieros y doy consejos respecto de las mejores opciones en las cuáles invertir. Algunos dirán cosas como “¿Por qué este tipo que trabajó 20 años para la Concertación puede volver a trabajar a la empresa privada?”.

No sé la respuesta a dicha pregunta, pero fue lo mejor que pude hacer porque ya no soporto la estupidez transversal de la clase política y de muchos ciudadanos que no pueden pensar por si mismos y, por lo tanto, tienen conciencia crítica. Incluso muchos aceptan que se burlen de ellos en sus propias narices. Aún me llaman algunos buenos amigos, que persisten en la ruta, para que vuelva al redil…Me dicen que “me necesitan”, “te echamos de menos”, “queremos gente con experiencia”…pero yo solo veo como los liderazgos de la fenecida Concertación se miran el ombligo, buscando candidatos para múltiples cargos en las municipales, mientras muchos inician la “carrera presidencial” con pre-candidatos de una optimista y dudosa matriz política…

¿Para qué diablos emergen candidatos a la presidencia que saben que no van a cumplir lo que sueñan?...

¿Para que los medios les siguen el juego sabiendo mejor que nadie que serán más de lo mismo?...

Ahora quiero vivir mi propia vida, no tengo mujer ni tengo hijos y estoy llegando a los 50 años. Mi declive comienza y debo hacerme responsable de ello. Por eso quiero cambiar. Ya no quiero vivir los sueños de otros que quieren el poder para sus propios intereses. Por 20 años me sacrifiqué, bajé mi estándar de vida y me castigué, solo porque esperaba que otros hicieran lo mismo. Al final, estos otros salen de sus cargos con una alta popularidad y se van a trabajar en cargos del primer mundo con pago del primer mundo, mientras que los que hicimos el trabajo nos quedamos para arreglar los entuertos que hicieron.

El mundo de hoy es muy distinto al mundo de los ’60 que la generación de mi padre ayudó a construir. Hoy, ya no es viable el socialismo de los años ’60…Ya no espero nada de la política, ya no espero nada de los políticos y ya no espero nada de un socialismo que está en las manos de unos ávidos de poder sin nombre…Solo quiero vivir mi propia vida. No quiero vivir la vida de otros, ni la vida de un pasado que ya fue. No me interesa volver a ser soporte de un grupo de políticos que solo atienden a sus propios intereses y no son capaces de darse cuenta que la gente ya no cree en ellos…”.

Cuando terminé de leer, pensé. Y sigo pensando.

Y las últimas noches he seguido pensando respecto de lo poco que ha aprendido la clase política. Al parecer, se sienten viviendo en un mundo paralelo en que todo gira alrededor de ellos.

Un amigo al que encontré en otra oportunidad me planteaba una tesis: “¿Qué pasaría si creamos una institucionalidad en la cual la clase política, un enorme peso muerto, pase desapercibida…y todos podamos vivir la vida que queremos sin sus intervenciones que siempre satisfacen sus intereses personales?”.

¿Podremos crear una institucionalidad en que la clase política sea como las ratas colilargas de las cuáles debemos cuidarnos pero sin depender de ellas?.

LA COLUMNA DE LIBERALIO
Domingo 5 febrero 2012 

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