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domingo, 16 de febrero de 2014

Educación. DEJEN DE ROBAR SUEÑOS Y PARA QUE SON LAS ESCUELAS Por SETH GODIN


¿Seremos capaces de producir estudiantes críticos y no
sometidos a una ideología dominante?
DE VUELTA AL COLEGIO EQUIVOCADO.

Hace ciento cincuenta años los adultos estaban indignados con el trabajo de los menores de edad. Niños a los que se les pagaba poco estaban quitando el puesto a los adultos más aplicados.

Cierto, había una parte escandalosa en el hecho de que niños de siete años estuvieran perdiendo dedos o siendo maltratados en el trabajo, pero las razones económicas eran de primordial importancia. Los dueños de las fábricas insistían en que perder a los empleados infantiles sería catastrófico para sus industrias y luchaban para mantener a los niños en el trabajo—decían que no podían permitirse emplear a adultos. La educación obligatoria en todo el país no nació hasta el 1918.

Parte de la lógica que se usó para vender esta gran transformación a los industriales fue la idea de que un niño educado se convertiría en un trabajador más productivo y acatado. Nuestro sistema actual en el que se enseña a los niños a sentarse derechos y en filas o a obedecer las instrucciones no es una coincidencia—era una inversión para nuestra economía futura. El plan: cambiar los salarios bajos pero a corto plazo de los niños por una productividad a más largo plazo haciendo que los niños empezaran desde pequeños a entender la ventaja de hacer lo que se les dice.

La educación a gran escala no se desarrolló con la idea de motivar a los niños o de crear intelectuales. Se inventó para producir adultos en masa que trabajaban bien en el sistema. La cantidad era más importante que la calidad, como lo era para los industriales. Funcionó, por supuesto. A esto siguieron varias generaciones de trabajadores productivos y ocupados. ¿Pero ahora?.

El economista y ganador de un premio Nobel Michael Spence lo pone muy claro: hay trabajos con valor comercial (hacer cosas que se podrían hacer en otro sitio como diseñar una silla o responder al teléfono) y trabajos sin valor comercial (como cortar el césped o cocinar una hamburguesa). ¿Hay alguna duda en que el primer grupo es el que vale la pena mantener en nuestra economía?. Lamentablemente Spence informa de que, del 1990 al 2008, la economía de los Estados Unidos añadió sólo 600,000 trabajos comerciales.

Si haces un trabajo donde alguien te dice exactamente lo que tienes que hacer, este alguien encontrará otra persona más barata que tú para que lo haga. Y, sin embargo, nuestras escuelas siguen produciendo niños que salen buscando trabajos en los que el jefe les diga exactamente lo que tienen que hacer. ¿Te das cuenta de la desconexión que hay aquí? Cada año sacamos millones de trabajadores que hemos entrenado para trabajar como se hacía en el 1925.

El acuerdo (sacar a los niños del trabajo para que les pudiéramos enseñar a ser mejores obreros de adultos) nos ha colocado al final de una carrera. Algunas personas sostienen que deberíamos convertirnos en el país en donde es más fácil y económico encontrar obreros baratos y eficientes que hagan lo que se les dice. Incluso si pudiéramos ganar esa carrera, perderíamos. Porque estar al fondo de una carrera no es el mejor sitio en el que estar, aunque seas capaz de llegar allí.

Mientras nuestra educación pública entra en su año 94, aquí está la pregunta que todo padre y contribuyente debería hacerse: ¿vamos a aplaudir, empujar, o incluso permitir que nuestras escuelas (incluyendo la mayoría de las privadas) continúen con la estrategia segura pero inevitablemente condenada de producir obreros de fábrica previsibles y mediocres?.

Mientras sigamos apoyando (o incluso aceptando) los exámenes standard, el miedo a la ciencia, los mínimos intentos de enseñar liderazgo y, sobretodo, el imperativo burocrático de convertir la misma educación en una fábrica, tendremos un gran problema.

La revolución post industrial ya está aquí. ¿Te importa lo suficiente como para enseñar a tus hijos a sacar ventaja de ello?.

¿PARA QUÉ SON LAS ESCUELAS?

Parece una pregunta tan obvia que no vale la pena hacérsela. Sin embargo existen varias posibles respuestas. Aquí hay unas pocas (me refiero tanto a la escuela pública como a la privada, desde primaria hasta la universidad):

Para crear una sociedad que es culturalmente coordinada.

Para favorecer la ciencia y el conocimiento y fomentar la búsqueda de la información.

Para mejorar la civilización y dar a las personas las herramientas necesarias para tomar decisiones estando bien informados.

Para enseñar a las personas a convertirse en trabajadores productivos.

En las últimas tres generaciones ha aumentado la cantidad de escolarización que se ha impartido al público—más personas que nunca están siendo escolarizadas. Y el costo de esta escolarización ha aumentado aún más rápidamente, se gastan trillones de dólares en ofrecer educación a gran escala.

Hasta hace poco el colegio hacía un trabajo fantástico en sólo uno de estos objetivos. Pero primero, los otros tres:

Una sociedad culturalmente coordinada: La escuela no es ni lejanamente tan buena en esto como lo es la televisión. Hay un abismo enorme entre la experiencia cultural de un colegio público de ciudad y la de un colegio privado de una urbanización de las afueras. Hay una distinción cultural entre un estudiante que ha abandonado en el instituto y un licenciado en Yale. Hay abismos enormes también en algo tan sencillo como lo que piensas sobre la utilidad del método científico—el sitio donde has estudiado dice mucho sobre lo que has aprendido. Si el objetivo de la escuela es crear las bases para una cultura común, no ha logrado alcanzar el nivel al que podría llegar.

El fomento del conocimiento en sí mismo: gastamos fortunas enseñando trigonometría a niños que no la entienden, no la usarán y no volverán a estudiar matemáticas en sus vidas. Invertimos miles de horas mostrando a millones de niños la literatura y la ficción, pero acabamos por enseñar a la mayoría a no leer nunca más por diversión, (un estudio reveló que el 58 por ciento de los americanos no leen nunca por ocio después de acabar la facultad). Tan pronto como relacionamos leer un libro con hacer un examen nos hemos equivocado. Subimos el nivel constantemente de lo que significa ser un buen profesor universitario, pero producimos catedráticos que no saben realmente enseñar y que ni siquiera son especialmente productivos en la investigación. Enseñamos datos, pero la cantidad de conocimientos realmente absorbidos es mínima.

Las herramientas para tomar decisiones importantes: a pesar de que casi todos en el mundo occidental hemos pasado por años de escuela obligatoria, cada vez vemos más personas que creen en teorías infundadas, que toman malas decisiones financieras y vemos también planificaciones mediocres en las familias y las comunidades. La conexión de las personas con las ciencias y las artes es mínima en el mejor de los casos y la visión financiera del consumidor medio es penosa. Si el objetivo era aumentar los niveles de pensamiento racional, investigación objetiva y capacidad práctica de toma de decisiones, hemos fracasado con la mayoría de los ciudadanos.

No, creo que está claro que el colegio estaba pensado con un objetivo preciso, y es el que ha perseguido en los últimos cien años. Nuestros abuelos y bisabuelos construyeron la escuela para enseñar a las personas a conducir una vida de trabajo productivo como parte de una economía industrializada. Y funcionó.

Todo el resto es un derivado, un efecto secundario (a veces oportuno) del sistema escolar que construimos para formar la mano de obra que necesitábamos en nuestra economía industrial.

Fuente: Deja de robar sueños (¿Para qué sirve la escuela?). Seth Godin

PANORAMA Liberal

Domingo 16 Febrero 2014

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